viernes, 3 de abril de 2009

Ensayo del libro Le Monde Diplomatique


EL TRABAJO ¡Derecho o explotación!



En estos días gracias a que un amigo esta suscrito a un periódico francés y que llegó a mis manos un ensayo anexado al periódico que trata sobre temas laborales, he podido desarrollar ciertas ideas que hace algunos meses rondaban sobre mi cabeza al mejor estilo de los conocidísimos piojos, ideas que, en vez de sangre me absorvieron la añorada tranquilidad.


En el libro de Génesis un Dios molesto le habla al hombre así: “Maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida”. Este pasaje bíblico demuestra que aún en el principio de la creación el hombre tenía derecho a dialogar y a discrepar con su creador. Para variar la constitución actual que está apunto de fenecer consagra de una manera altruista los derechos de los trabajadores en el artículo 35, pero su aplicación como siempre es deficiente.


La carta magna declara que el trabajo es un derecho, pero los trabajadores viven explotados ganando poco por extensas horas de trabajo, sigue diciendo que el trabajo es un deber social y tenemos tasas altísimas de desempleo, la constitución dice que velará para que el trabajador se lo trate con dignidad y por otra parte se lo humilla, maltrata y se lo mira con desprecio, la constitución dice que los trabajadores merecen una remuneración digna pero en la práctica son tercearizados, no reciben utilidades, no son afiliados, olvidados totalmente por todos y en primer lugar por el Estado ecuatoriano.

El 20% de los ecuatorianos están afiliados al IESS, mientras que el 80% se compone de gente que huye de país y gente que se desarrolla con trabajos informales, tales como, servicio doméstico, conserjes, jardineros, etc. Esta situación se convierte en una lanza con una doble bifurcación que afecta al estado y la sociedad civil.

En el caso de Adán recibía un castigo por su desobediencia, pero en la actualidad se han multiplicado los dioses que nos castigan sin cometer ningún delito, tienen nombres postmodernos adecuados a nuestra época, como Coca Cola, Mc. Donald, KFC, Malls y centros comerciales en los cuales los trabajadores laboran más de 8 horas, día y noche, fines de semana y feriados, sin sindicatos, con horarios rotativos, sin contratos colectivos y sin derecho a reclamar por la necesidad de llevar el pan para sus guaguas, así estamos hoy por hoy.

Lo triste del asunto es que el Estado pierde porque con nuestro sistema laboral estos dioses enajenan al trabajador robándole esa esencia de animal político que ya nombraba Aristóteles, convirtiéndonos solamente en animales de carga, vistos desde la teoría del utilitarismo, como un simple medio para obtener riqueza, enajenados de las cuestiones políticas, de las decisiones trascendentales de la patria, viviendo sin entender la estructura del Estado, sin conocer nuestros derechos fundamentales, sin conocer nuestra historia, sin presente y sin futuro y todo gracias a nuestra perla cultivada, el sistema laboral de la supuesta democracía.


Como decía Hornero: El hombre al perder su libertar, pierde la mitad de su espíritu. La sociedad y la familia también pierden porque esos sueldos de miseria hacen que el ciudadano se desconecte de su entorno, del cosmos, del arte, de la música, de la literatura, de la pintura, del teatro, la poesía, privándonos del derecho al ocio.

Con esto no se trata de enervar a empresas que han creado este nuevo sistema de empleo, no se trata de una tendencia o de un color, se trata de nosotros, existiendo en un mundo del que nos encontramos ausentes, distanciados y abstraídos del oikos, inducidos manipulados para destruir la naturaleza de una sutil manera: haciendo armas, fabricando bombas, explotando niños y contaminando el ambiente.

Parece un plan macabro en el cual se busca que el trabajador siga viviendo bajo ese yugo establecido por nuestros empresarios para que los trabajadores nazcan y mueran en el mismo lugar viendo como unos cuantos derrochan sin piedad el esfuerzo y trabajo de toda una vida. Sin embargo tenemos la gran mayoría de candidatos a la asamblea ofreciendo maravillas, mentiras, fotos, camisetas, y nadie presenta una propuesta clara, como establecer en la nueva constitución la figura del defensor de los trabajadores como ya existe en Chile, una institución que garantice y ejecute lo que dice el Art. 35 de la Constitución vigente.


En fin se puede evidenciar claramente que en el Ecuador el trabajo de ser un derecho ha pasado a convertirse mediante una metamorfosis en una horrible explotación a la cual estamos expuestos todos los ecuatorianos, por eso la mayoría prefirió, como dicen los pibes argentinos, cruzar el charco, porque cualquier incierto, oscuro, frio y lejano era más claro, más caluroso y cercano que la desfigurada ecuatorianidad.




Guayaquil, jueves 31 de agosto del 2007

Wellington Rubio

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