lunes, 13 de diciembre de 2010

El éxodo del Mangle


DES-INFORMADOS

Lamentamos informarle que una vez más el INOCAR (Instituto Oceanográfico de la Armada del Ecuador) se ha equivocado. Esta vez, señaló con el desparpajo característico y recurrente desde hace 78 años, que las lluvias tardarían por la presencia de la niña. No sé cual sea el problema en sí, pues, Mi mamá solía decir, que los niños (entiéndase niñas también) son una bendición de Dios.

La ciudad que una vez lloró Mangle, ha sufrido una metamorfosis que la ha obligado a llorar hormigón. No hay alarmas, para los mortales criminales del ambiente, este hecho quedará en la displicencia del olvido o en la estadística de algún personaje culto, que su estudio reposará posiblemente en la biblioteca municipal de la ciudad. Simplemente es producto de nuestra hambre destructora (en la jerga popular afrentosería), pues el clima, al igual que los fenómenos especulativos tiene crisis cíclicas generadas exclusivamente por el individuo.

Hoy, a finales del 2010, podemos ver el resultado de nuestra apatía por el ecosistema, una ciudad caliente más que el fuego, parece ser protegida por el manto de una sorda neblina, el estero paralítico e inmutable ante el odio y el rencor humano, agoniza en la profundidad de sus propias y turbias aguas, solo escucha un murmullo, producto de guerras ideológicas estériles, solo recuerda, que se ha sepultado su historia.

Con vergüenza la naturaleza y cómplice de los sofistas, ha puesto un manto verde de mangles para ocultar en la ciudad los errores generacionales vertidos con venganza en el Estero. La vegetación ha sufrido el exterminio de la humanidad y lo único que la sostiene, son los alientos de la modernidad.

Al parecer la ciudad esta muriendo, pero, el maquillaje compuesto de adoquines y palmeras, en ciertos lugares (símbolos de la exclusión ciudadana) denuncia el espejismo de una ciudad viva que abriga a banqueros de uñas largas. Queda entonces la simbología de la idolatría muda, en estructuras vacías, que con sarcasmo configuran un escenario prodigioso para unos y miserable para otros.

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