martes, 28 de diciembre de 2010

Eco-Reclamo


Por el planeta

Nietzsche decía que la naturaleza se auto depura de sus males. Así, un sábado 26 de diciembre de 2004, como un primer llamado, llego el terremoto del océano Índico (conocido como tsunami), fue una rebelión furiosa e instantánea que devoró miles de seres humanos, fueron tragados por un monstruo cuando nadie lo esperaba, después de festejos y esas alegrías finales que nos caracterizan cada año, se cumplió el pensamiento de quien deduce lo probable, tal vez, como una fuerte advertencia para que suceda un cambio en los habitantes del planeta, o quizás, como una excéntrica manera de decirle al mundo, basta de contaminación.

Es usual ver grupos de organizaciones ecologistas, grippies, rebeldes, o grupos individuales, que intentan causar algún tipo de reacción en el anonimato de la sociedad, unos causan desmanes, otros se despojan de sus ropas, otros usan la creatividad, y estos actos, se perciben como normales, siempre estarán ahí, pues la sordera de mundo parece eterna, cual vicio consuetudinario de un dios inmortal griego.

Lo extraño es ver a la vida animal, en estado puro, presentando un reclamo, una queja, el último aliento de vida, un suspiro casi insignificante, distante y ausente de nuestro mundo. Al parecer la naturaleza desilusionada y desencantada esta consiente de cada uno de los pasos de los mayordomos del planeta. No tienen motivos para festejar ni cantar y aún así expresan las melodías más sublimes del espíritu como cómplices de los destructores que contaminan sus pequeños espacios de vida.

Al extremo sur del continente africano, en una playa situada cerca del Cabo de Buena Esperanza, 55 ballenas se acercaron a la orilla, con motivos aún desconocidos, de las cuales solo pudieron ser salvadas 10. Lo mismo sucedió en Naracoopa isla King en Australia, todas estaban con las aletas hacia el cielo, en su segundo intento pacifico, pues la furia de la naturaleza no calma el desmedido interés humano por la riqueza.

Pocas veces tenemos el privilegio de ver manifestaciones llenas de pureza, de verdad, sin ideologías, sin posturas, pocas veces podemos escuchar el grito de un silencio desesperado que rompa nuestra zona de ruido y comodidad, para las ballenas, el último recurso es arriesgar la vida, antes de que se acabe el planeta. Es un sano desafío que nos hace la naturaleza indefensa, es una escena llena de vergüenza, pues quienes somos los llamados a cuidar el planeta somos los promotores de su exterminio.

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