jueves, 4 de noviembre de 2010

Nehemías


NEHEMIAS


Lo extraño y jovial de su nombre nos haría pensar a los imaginativos, que este ciudadano es oriundo de algún lugar remoto de la provincia de Manabí. Viene de por adentro, de una nación pequeña que ha sufrido incontables invasiones por los furiosos imperios de turno, ha tenido que crecer con la idea cotidiana de que él y su pueblo son esclavos del tiempo del espacio y del imperio.

Migrante por naturaleza como muchos de nosotros, ha tenido que adaptarse a esta gran ciudad capital del mundo, llamada Persia. Parece ser que la persistencia paga altos dividendos pues este chico casi insignificante y pueblerino se ha convertido en copero del Rey más famoso de la época, quien también ostenta un nombre manaba.

Sabe que siempre se podrá sacar un buen capital del desastre pues ser copero conlleva muchos riesgos, si bien es cierto hay confianza y cercanía con la máxima autoridad de un reino, su vida está en riesgo cada vez que al rey se le ocurre ingerir cualquier tipo de bebida, pero este joven entiende que la adversidad es una maestra cruel, pero que para él se ha vuelto en una realidad constante.

Decidió dejarlo todo, sin considerar el racismo del cual sería objeto, pues su raza ha sido discriminada a través de la historia y no precisamente por orinarse cada domingo después de jugar ecuaboli en un parque de New Jersey o Madrid. A él Le tocó pagar por los pecadores.

En esta historia de hace miles de años, Nehemías decide dejar de lado esos complejos gratuitos y abandonar sus frustraciones e impotencias del pasado para ir en pos de algo mucho más noble, liderar la libertad de su pueblo. El más visionario de los mortales no hubiera podido vaticinar que aquel chico insignificante tendría una vida brillante, pues no solo fue copero, sino gobernador y líder nacional clave para la reconstrucción de su destruido pueblo.

Cuando se reunió con su hermanos le contaron de la destrucción de su pueblo, ¿Que hubiera hecho en tal situación?, y pienso que hubiera puesto mil excusas, hubiera dejado pasar las cosas como si no hubiera escuchado nada, hubiese enviado a otros a reconstruir mi ciudad pues al fin soy un copero de renombre y mas sirvo a lado del Rey que allá entre el polvoroso olvido y los escombros, o hubiera hecho lo más fácil del mundo, echarle la culpa al resto, del horror de mi pueblo. Pero qué bueno que Nehemías estaba comprometido.

Nehemías aceptó el desafío de regresar a ver las caras largas de sus hermanos y devolverle la esperanza a un pueblo, e implantar un gobierno de justicia social y equidad ciudadana, la tierra que fluía leche y miel estaba devastada y en gran afrenta, sus muros derribados, su belleza marchita, su fe quebrantada, esclavos de un sistema económico cruel y por último sus puertas quemadas.

Pienso que lo más complicado de devolverle a un pueblo, es su dignidad y la esperanza de cambio. Lo difícil es articular ese discurso con la realidad, pues todos queremos que las cosas cambien pero nadie quiere cambiar. En este caso el copero graduado en la universidad del dolor, es quien toma la decisión de regresar a su pueblo con la visión de recontruir los muros.

La reconstrucción no fue sencilla, su pueblo vivía una opresión económica por los nobles de su propio pueblo, sus adversarios formaron una oposición galopante que incluso quiso acabar con la vida del gobernador. La pregunta que me hago, es ¿Cómo lo hizo?, sin duda en su agenda no había, egoísmo, descanso, desanimo ni dudas.

Pienso que Nehemías se desafío así mismo, y dijo: “si esta adversidad no nos une, ya nada puede unirnos”. Como siempre hay muchas preguntas y pocas respuestas. ¿Que hace que un líder asuma culpas que no son suyas?, ¿Cuales son las circunstancias que hacen que todo un pueblo este unido? Un terremoto o una guerra interna o externa, el bloqueo internacional de una gran nación hacia una pequeña, un ataque terrorista, la masacre de los próceres de una nación, el millonario exterminio de un raza, la explosión de la bomba atómica en zona urbana regenerada, un tsunami, un golpe de estado, 10 presidentes en diez años o un feriado bancario.

¿Qué o quién hace que un pueblo alcance su redención? Son los hombres y mujeres o son los tiempos de la historia ¿Qué hace que un joven con pocas posibilidades de éxito se convierta en un líder nacional y deje de lado sus broncas, frustraciones, males y rencores? ¿Que hace a un país nacer de nuevo con ganas de honrar la patria y progresar cada nueva mañana? Como siempre las pocas respuestas se convierten en muchas las preguntas ¿Cómo una historia tan vieja puede darnos lecciones tan nuevas y frescas.

El proverbio nunca se equivoca “Cuando los justos dominan, el pueblo se alegra, mas cuando domina el impío, el pueblo gime. ¿Que estarán sintiendo las y los ecuatorianos, alegrías o gemidos?

Wellington Rubio

Jueves 4 de noviembre de 2010

Tomado del libro de Nehemías y del libro de Charles Swindoll “Pásame otro ladrillo”

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